La Autora
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diestros en actuar”, tome " puntual y secreta " declaración a Sor María. El 10 de enero de 1650 la Inquisición de Logroño ordena al P. Fr. Antonio Gonzalo del Moral de la Orden de la Santísima Trinidad, se traslade a Ágreda, para dirigir el interrogatorio de Sor María conforme al cuestionario de 80 preguntas que se le entregan. El licenciado Juan Rubio sería el Notario. El 18 de enero comienzan las sesiones que durarán hasta el 29. Aunque la Abadesa esté enferma y sangrada, tendrá que levantarse de la cama y pasar por el tormento. El interrogatorio tiene lugar en la comulgatoria del coro bajo, en unas interminables sesiones de mañana y tarde, de tres horas de duración cada una. Las preguntas versaban sobre los temas ya conocidos: arrobos y visiones, bilocaciones, cruces y cuentas, relaciones con el duque de Híjar, etc. La información se cierra el 4 de febrero con el dictamen del P. Calificador, exculpando a la Madre de todos los cargos, y destacando sus virtudes y el conocimiento que tiene de la Sagrada Escritura. Se cierra la sentencia declarándola“ católica y fiel cristiana, bien fundada en nuestra santa fe, sin ningún genero de ficción ni embeleco del demonio ". El 10 de febrero el Inquisidor General ordena la suspensión de la causa seguida contra Sor María de Jesús, quedando " triunfante la pureza de vida, doctrina y fe de la venerable Abadesa ". Sor María notifica todo lo sucedido al Rey añadiendo por su parte:“ He quedado aficionadísima al Santo Tribunal y a su pureza de proceder. El Señor me envió este trabajo, cuando no hay confesor ni religioso ninguno que sepa mi interior por haberse muerto los que se lo había comunicado ".
Terminada la pesadilla de la Inquisición, el P. Andrés de Fuenmayor empieza a dirigir espiritualmente a Sor María, desde 1650 hasta su muerte en 1665. A la muerte del P. de la Torre( 1647), el Provincial franciscano no había encontrado la persona apta para su dirección. Durante los 3 años intermedios asumieron el cargo de atenderla, el P. General Fray Juan de Nápoles, y Fray Juan de la Palma. Tras la dolorosa experiencia del interrogatorio inquisitorial, estando desprovista de un Padre Espiritual, fue cuando recurrió al General P.