LA MARIOLOGÍA DE LA MADRE ÁGREDA ANTONIO MARIA ARTOLA, CP | Page 25

La Autora
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director. A las cinco de la tarde, tenía una hora y media de oración con la Comunidad. A las 6 y media de la tarde tomaba el único alimento del día. Ayunaba a pan y agua tres días a la semana. A las siete rezaba Completas y se retiraba a la habitación para el examen de conciencia y otras oraciones personales. A las nueve se echaba a dormir. Tomaba cada día cinco veces la disciplina: la primera en el ejercicio de la cruz, en expiación de sus propios pecados; la segunda después de Maitines, por la conversión de los herejes y de los moros; la tercera después de Prima, y antes de la comunión, con el fin de que ella misma y los demás cristianos-especialmente los sacerdotes- recibieran dignamente la comunión; la cuarta, al mediodía, por todos los pecados de gula; la quinta a la noche, por el florecimiento de la Orden franciscana.
El 10 de julio tuvo lugar la inauguración del nuevo convento. La Comunidad se trasladó procesionalmente al Monasterio recién terminado. El nuevo obispo, don Baltasar de Navarra y Arroytia, presidió la inauguración del convento levantado por Sor María. La fundación fue considerada por todos como un milagro. No era humanamente explicable que una pobre religiosa, descalza y tan destituida de medios humanos, llevase a cabo en el término de pocos años la construcción de un convento e iglesia. La doble construcción era de nueva planta, edificada en un terreno rocoso, dotados de una estructura extraordinariamente armoniosa, artísticamente bien concebida, y perfectamente realizada.
Estas actividades de Sor María de Jesús atrajeron la atención de poderosas personalidades que la querían para sus propias fundaciones. El 26 de marzo de 1633 Don Miguel de Camargo, regidor, notifica al Ayuntamiento de Ágreda que el P. Ceráin, religioso franciscano de la Provincia de Cantabria, Comisario y Visitador de los conventos de dicha Provincia, quiere llevarse a Sor María de Jesús. Se proyectaba una fundación en Rentería( Guipúzcoa) por obra de don Juan de Isasi. El Regidor rogaba a la corporación se hicieran todas las