LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 84

Markus Zusak La ladrona de libros El cumpleaños de Hitler, 1940 En vez de perder la esperanza, Liesel siguió comprobando el buzón todas las tardes, desde marzo hasta bien entrado abril, a pesar de la visita de frau Heinrich —a instancias de Hans—, que les explicó a los Hubermann que la oficina de acogida había perdido todo contacto con Paula Meminger. Sin embargo, la niña insistía aunque, como era de esperar, nunca había carta cuando revisaba el correo. Molching, como el resto de Alemania, se había volcado en la preparación del cumpleaños de Hitler. Ese año en cuestión, gracias al desarrollo de la guerra y a la ventajosa posición de Hitler, los partidarios nazis de Molching querían que la celebración fuera especialmente significativa. Habría un desfile. Una marcha. Música. Canciones. Habría una hoguera. Mientras Liesel pateaba las calles de Molching recogiendo y entregando la colada y la plancha, los miembros del Partido Nazi hacían acopio de combustible. En un par de ocasiones, Liesel vio a hombres y mujeres llamando a las puertas y preguntando a la gente si tenían algo de lo que quisieran desprenderse o destruir. El ejemplar del Molching Express de su padre anunciaba que iban a celebrarlo con una hoguera en la plaza, a la que acudirían todas las Juventudes Hitlerianas del lugar. No sólo se festejaría el cumpleaños del Führer, sino también la victoria sobre sus enemigos y sobre las restricciones que habían refrenado a Alemania desde el final de la Primera Guerra Mundial. «Debe presentarse cualquier objeto de esa época —periódicos, pósters, libros, banderas— o propaganda de nuestros enemigos en la oficina del Partido Nazi de Münchenstrasse», proclamaba. Incluso volvieron a saquear la Schiller Strasse, la calle de las estrellas amarillas —todavía a la espera de una remodelación—, en busca de algo para quemar en nombre de la gloria del Führer, lo que fuera. A nadie le habría sorprendido que ciertos miembros del partido hubieran ido más lejos y hubiesen hecho imprimir un millar de libros o carteles de moral perniciosa sólo para poder quemarlos. Todo estaba preparado para celebrar un espléndido 20 de abril. Un día de llamas y alegría. 84