LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 80
Markus Zusak
La ladrona de libros
un poquito. Al día siguiente le pegó un sello que cogió del cajón de la cocina y
la echó al correo en la tienda de Frau Diller. Y comenzó la espera.
La noche que escribió la carta, oyó por casualidad una conversación entre
Hans y Rosa.
—¿Qué hace escribiéndole a su madre? —decía Rosa.
Su voz sonaba tranquila y afectuosa, algo muy poco habitual y, como
podrás imaginar, eso la dejó bastante preocupada. Habría preferido oírlos
discutir. Los cuchicheos entre adultos le inspiraban muy poca confianza.
—Me lo pidió —contestó su padre— y no supe decirle que no. ¿Cómo iba a
negarme?
—Jesús, María y José. —Otra vez los susurros—. Debería olvidarla. ¿Quién
sabe dónde estará? Dios sabe lo que le habrán hecho.
En la cama, Liesel se acurrucó con fuerza, haciéndose un ovillo.
Pensó en su madre y se repitió las preguntas de Rosa Hubermann.
¿Dónde estaba?
¿Qué le habían hecho?
Y, sobre todo, ¿se podía saber de quiénes estaba hablando?
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