LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 67

Markus Zusak La ladrona de libros Cuando Liesel dejó de llorar y se levantó, Rudy le pasó el brazo por el hombro, como sólo lo hace el mejor amigo, y siguieron caminando. No hubo petición de beso ni nada por el estilo. Considéralo adorable, si te apetece. Pero no me rompas los huevos. Eso era lo que estaba pensando, aunque no se lo dijo a Liesel. Sólo se lo confesó cerca de cuatro años después. Por el momento, Rudy y Liesel caminaban por Himmelstrasse bajo la lluvia. Él era el chalado que se había pintado de negro y había desafiado al mundo. Ella, la ladrona de libros sin palabras. Pero créeme, las palabras estaban de camino, y cuando llegaron, Liesel las sujetó entre las manos como si fueran nubes y las escurrió como si estuvieran empapadas de lluvia. 67