LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 60

Markus Zusak La ladrona de libros Al cabo de un mes la pared había recibido una nueva capa de pintura. Una página de cemento fresco. Algunas noches, después de trabajar en el sótano, Liesel se encogía en la bañera y oía una y otra vez las mismas frases que llegaban desde la cocina. —Apestas a tabaco y queroseno —rezongaba Rosa. Sentada, sumergida en el agua, se imaginaba el aroma que se dibujaba en las ropas de su padre. Era, sobre todo, el de la amistad, un olor que también descubría en ella. Liesel lo adoraba. Lo aspiraba en su brazo y sonreía mientras el agua se enfriaba. 60