LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 430
Markus Zusak
La ladrona de libros
Una vez que despejaron Himmelstrasse, Liesel Meminger —a quien se
referían como «la del acordeón»— no tuvo adonde ir, así que se la llevaron a la
policía, donde se devanaron los sesos decidiendo qué hacer con ella.
Estaba sentada en una silla muy dura. El acordeón la miraba a través de un
agujero de la funda.
Pasó tres horas en la comisaría, hasta que el alcalde y una mujer de cabello
suave y sedoso asomaron la nariz por allí.
—Dicen que una niña ha sobrevivido al bombardeo de Himmelstrasse —se
interesó la señora.
Un policía la señaló.
Ilsa Hermann se ofreció a llevar el acordeón, pero Liesel lo sujetó con
firmeza mientras bajaban los escalones de la comisaría. Unas manzanas más allá
de Münchenstrasse se dibujaba una clara línea que separaba a los
bombardeados de los afortunados.
Condujo el alcalde.
Ilsa se sentó con ella, detrás.
La niña dejó que le cogiera la mano que tenía sobre el acordeón,
acomodado entre las dos.
Con lo fácil que habría sido permanecer en silencio, Liesel experimentó la
reacción contraria ante su devastación. Sentada en la exquisita habitación de
invitados de la casa del alcalde, habló y no dejó de hablar —consigo misma—
hasta entrada la noche. Comió muy poco. A lo único que se negó tajantemente
fue a bañarse.
Arrastró los restos de Himmelstrasse por las alfombras y los suelos
entarimados del número ocho de Grandestrasse durante cuatro días. Dormía
mucho, sin sueños, y casi siempre se arrepentía de despertarse. Dormida, todo
desaparecía.
Llegado el día de los funerales, Liesel todavía no se había bañado, por lo
que Ilsa Hermann le preguntó con suma delicadeza si querría hacerlo. Antes de
eso, se había limitado a enseñarle dónde estaba el baño y le había dado una
toalla.
La gente que ese día asistió al sepelio de Hans y Rosa Hubermann hablaría
durante mucho tiempo de la niña que se presentó luciendo un precioso vestido
y una capa de mugre de Himmelstrasse. También corrió el rumor de que, ese
mismo día, más tarde, entró completamente vestida en el Amper y dijo algo
muy raro.
Algo sobre un beso.
Algo sobre una Saumensch.
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