LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 427

Markus Zusak La ladrona de libros Hans se detuvo. Soltó el acordeón y sus ojos plateados continuaron oxidándose. Ahora sólo era un cuerpo tumbado en el suelo. Liesel lo atrajo hacia sí y lo abrazó. Sus brazos se negaban a soltarlo. Lo besó en el hombro —no podía soportar mirarlo a la cara— y volvió a dejarlo en el suelo. La ladrona de libros lloró hasta que se la llevaron de allí, con delicadeza. Al cabo de un rato se acordaron del acordeón, pero nadie reparó en el libro. Había mucho trabajo que hacer y, junto a otro montón de objetos variopintos, La ladrona de libros acabó pisoteado varias veces hasta que lo recogieron sin echarle siquiera un vistazo y lo arrojaron al camión de la basura. Me subí de un salto y lo rescaté antes de que el camión arrancara. 427