LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 401
Markus Zusak
La ladrona de libros
descontado, el problema es que esa clase de gente se guarda las palabras más
importantes para después, para cuando los humanos que los rodean tienen la
desgracia de encontrarlos. Una nota, una frase, incluso una pregunta o una
carta, como en la de Himmelstrasse en julio de 1943.
MICHAEL HOLTZAPFEL
EL ÚLTIMO ADIÓS
Querida madre:
¿Me perdonarás? Ya no podía soportarlo más. Voy a reunirme
con Robert. No me importa lo que los malditos católicos
tengan que decir al respecto, tiene que haber un lugar en el
cielo para los que han estado donde he estado yo. Puede que
creas que no te quiero por lo que te he hecho, pero te quiero.
Tu Michael
Le pidieron a Hans Hubermann que fuera él quien se lo dijera a frau
Holtzapfel. Hans se quedó en el umbral de la puerta y ella debió de verlo en su
cara. Dos hijos en seis meses.
El sol de la mañana resplandecía a su espalda cuando la enjuta mujer pasó
por su lado, dándole un empujón. Sollozante, acudió corriendo al lugar donde
se reunía la gente, al final de Himmelstrasse. Repitió el nombre de Michael
veinticinco veces como mínimo, pero Michael ya había contestado. Según la
ladrona de libros, frau Holtzapfel estuvo abrazando el cuerpo cerca de una
hora. Luego se volvió hacia el sol cegador de Himmelstrasse y se sentó. Ya no
podía caminar.
La gente observaba de lejos. Era más fácil desde cierta distancia.
Hans Hubermann se sentó a su lado.
Le cogió las manos cuando ella se tumbó en el duro suelo.
Dejó que sus gritos inundaran la calle.
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