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Markus Zusak La ladrona de libros El fin del mundo (parte I) Te ofrezco un nuevo atisbo del final. Tal vez lo haga con el fin de suavizar el golpe posterior o para prepararme mejor cuando llegue el momento de explicarlo. De cualquier modo, debo informarte de que llovía en Himmelstrasse cuando el mundo se acabó para Liesel Meminger. El cielo goteaba. Como un grifo que un niño no ha conseguido cerrar por completo a pesar de haberlo intentado con todas sus fuerzas. Las primeras gotas eran frías. Las sentí en las manos cuando esperaba a la puerta de la tienda de frau Diller. Los oí en lo alto. Levanté la vista y vi los aviones de lata en el cielo encapotado. Vi cómo abrían sus barrigas y dejaban caer las bombas con toda tranquilidad. No acertaron, claro. No solían estar acertados.  UNA PEQUEÑA Y  TRISTE ESPERANZA Nadie quería bombardear Himmelstrasse. Nadie bombardearía un lugar llamado paraíso, ¿no? ¿No? Las bombas cayeron, y las nubes no tardarían en arder ni las frías gotas de lluvia en convertirse en cenizas. Nevarían abrasadores copos de nieve. Para abreviar, Himmelstrasse quedó arrasada. Las casas saltaron por los aires y salpicaron la acera de enfrente. Sobre el destrozado suelo, una fotografí