LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 389

Markus Zusak La ladrona de libros —Dígame algo, porque no entiendo... —le pidió. Se apoyó en la pared y se dejó resbalar hasta quedar sentado—. Dígame, Rosa, ¿cómo puede quedarse allí sentada dispuesta a morir mientras yo quiero seguir viviendo? —La sangre se espesó—. ¿Por qué quiero vivir? No debería y, sin embargo, quiero vivir. El joven lloró desolado con la mano de Rosa en su hombro. Los demás miraban. Ni siquiera pudo dejar de llorar cuando la puerta del sótano se abrió y cerró y frau Holtzapfel entró en el refugio. Su hijo la miró. Rosa se hizo a un lado. —Mamá, lo siento, debería haberme quedado contigo —se disculpó Michael cuando se reunió con él. Frau Holtzapfel no lo escuchó. Se limitó a sentarse a su lado y le levantó la mano herida. —Vuelves a sangrar —dijo. Y esperaron sentados, igual que todos los demás. Liesel metió la mano en la bolsa y rebuscó entre los libros.  EL BOMBARDEO DE MUNICH  9 Y 10 DE MARZO Las bombas y la lectura amenizaron la larga noche. Tenía la boca seca, pero la ladrona de libros leyó cuarenta y cuatro páginas. La mayoría de los niños se habían dormido y no oyeron las sirenas que anunciaban el fin del peligro. Sus padres los despertaron o los sacaron en brazos del refugio hacia un mundo de oscuridad. A lo lejos, los incendios seguían vivos y yo ya había recogido a más de doscientas almas asesinadas. Iba de camino a Molching, a por una más. Himmelstrasse estaba despejada. Habían esperado varias horas antes de hacer aullar de nuevo las sirenas por temor a una nueva amenaza y para que el humo se disipara. Fue Bettina Steiner la que se fijó en el pequeño incendio y en el lejano hilo de humo que trepaba hacia el cielo cerca del Amper. La niña levantó un dedo. —Mira. Puede que la niña fuera la primera en verlo, pero Rudy fue el primero en reaccionar. A pesar de las prisas no soltó la caja de herramientas mientras corría por Himmelstrasse y cruzaba varias calles laterales hasta adentrarse en la 389