LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 387
Markus Zusak
La ladrona de libros
Mientras los Steiner corrían por Himmelstrasse, Michael Holtzapfel
llamaba frenéticamente a la puerta de Rosa Hubermann. Les informó del
problema en cuanto Liesel y ella abrieron.
—Mi madre no quiere salir —les dijo. Seguía teniendo ciruelas de sangre en
el vendaje—. Está sentada en la cocina.
A pesar de las semanas transcurridas, frau Holtzapfel ni siquiera había
empezado a recuperarse. Durante las visitas de Liesel, la mujer se pasaba la
mayor parte del tiempo con la mirada perdida en la ventana y hablaba con una
quietud cercana al estancamiento; la brutalidad y el encono habían
desaparecido de sus gestos. Solía ser Michael el que despedía a Liesel o le daba
el café y las gracias. Y ahora eso.
Rosa entró en acción.
Cruzó la cancela sin perder tiempo y se plantó en la puerta.
—¡Holtzapfel! —Sólo se oían las sirenas y a Rosa—. ¡Holtzapfel, salga de
ahí ahora mismo, vieja asquerosa y ruin! —El tacto nunca había sido el punto
fuerte de Rosa—. ¡Si no sale, moriremos todos en la calle! —Se volvió hacia los
otros dos, que esperaban impotentes en la entrada. Una sirena acababa de
aullar—. ¿Y ahora qué?
Michael se encogió de hombros, perdido, confuso. Liesel dejó caer la bolsa
con los libros y lo miró.
—¡¿Puedo entrar?! —le gritó cuando se oyó un nuevo aullido, aunque no
esperó la respuesta.
Se acercó corriendo a la puerta y apartó a su madre de un empujón.
Frau Holtzapfel seguía impasible sentada a la mesa.
¿Qué le digo?, pensó Liesel.
¿Cómo hago que se mueva?
Cuando las sirenas volvieron a coger aire oyó que Rosa la llamaba. —
¡Déjala, Liesel, tenemos que irnos! Si quiere morirse, es asunto suyo...
Las sirenas se reanudaron en ese momento. Irrumpieron en la casa y
sofocaron la voz de Rosa.
Sólo había el ruido, una chica y una mujer enjuta.
—¡Frau Holtzapfel, por favor!
Como en la conversación que mantuvo con Ilsa Hermann el día de los
dulces, tenía a mano innumerables palabras y frases. La diferencia estribaba en
que ese día además había bombas, ese día debía darse un poco más de prisa.
LAS OPCIONES
• Frau Holtzapfel, tenemos que irnos.
• Frau Holtzapfel, si nos quedamos aquí, moriremos.
• Todavía le queda un hijo.
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