LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 354
Markus Zusak
La ladrona de libros
El cuaderno de dibujo escondido
Unos días antes de Navidad hubo un nuevo bombardeo, aunque la ciudad
de Molching se salvó. Según las noticias de la radio, la mayoría de las bombas
habían caído en campo abierto.
Sin embargo, lo más significativo fue la reacción de la gente en el refugio de
los Fiedler. Con la llegada del último feligrés, todos se acomodaron con
solemnidad, y la miraron expectantes.
Oyó la voz de su padre, alta y clara.
«Y si hay más bombardeos, sigue leyéndoles en el refugio.»
Liesel esperó. Tenía que asegurarse de que era eso lo que todos querían.
Rudy habló por ellos.
—Lee, Saumensch.
Liesel abrió el libro y una vez más las palabras encontraron el camino hasta
los ocupantes del sótano.
Ya en casa, después de que las sirenas dieran permiso para salir al exterior,
Liesel se sentó a la mesa de la cocina con su madre. La preocupación se
dibujaba en la expresión de Rosa Hubermann, quien no tardó en coger un
cuchillo y salir de la cocina.
—Ven conmigo.
Entró en el comedor y destrabó la sábana bajera de un lado. En el lateral del
colchón había una costura, la cual, si no se sabía de antemano que estaba allí,
había pocas posibilidades de encontrarla. Rosa cortó los puntos con cuidado,
metió primero la mano y luego el brazo hasta el hombro. Al sacarlo llevaba el
cuaderno de dibujo de Max Vandenburg.
—Dijo que te lo diéramos cuando estuvieras preparada —se explicó—.
Había pensado dártelo por tu cumpleaños, pero luego decidí sacarlo para
Navidad. —Rosa Hubermann se levantó. Tenía una expresión extraña. No era
orgullo, sino tal vez la consistencia, el peso del recuerdo—. Creo que siempre
has estado preparada Liesel —opinó—. Desde el día que llegaste, cuando te
aferraste a esa cancela, esto tenía que ser para ti.
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