LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 341

Markus Zusak La ladrona de libros Reemprendieron la marcha y recorrieron unos kilómetros más, hasta que Liesel creyó que había llegado el momento de dar media vuelta. —Pronto se hará de noche, Rudy. Rudy siguió caminando. —¿Y qué? —Yo me vuelvo. Rudy se detuvo y la fulminó con la mirada, como si lo estuviera traicionando. —Muy bonito, ladrona de libros, déjame ahora. Seguro que si hubiera un libro al final del camino seguirías andando. ¿A que sí? Se quedaron unos segundos en silencio, pero Liesel pronto encontró fuerzas para arrancar. —¿Crees que eres el único que lo está pasando mal, Saukerl ?—Dio media vuelta—. Y tú sólo has perdido a tu padre... —¿Qué quieres decir? Liesel se paró un momento a contar. Su madre, su hermano, Max Vandenburg, Hans Hubermann... Todos se habían ido, y ella ni siquiera había tenido un padre de verdad. —Que me voy a casa —contestó. Hizo el camino de vuelta sola durante quince minutos y cuando Rudy la alcanzó, jadeante y con las mejillas sonrosadas, no volvieron a intercambiar una palabra hasta pasada más de una hora. Simplemente volvieron juntos a casa, con los pies doloridos y el corazón cansado. En Una canción en la oscuridad había un capítulo que se titulaba «Corazones cansados». Una chica romántica se había prometido con un joven, pero por lo visto él había acabado fugándose con la mejor amiga de ella. Liesel estaba segura de que era el capítulo trece. «Tengo el corazón cansado», había dicho la chica. Estaba sentada en una capilla, escribiendo en su diario. No, pensó Liesel mientras andaba, para corazón cansado, el mío. Un corazón de trece años no debería sentirse así. Ya cerca de Molching, Liesel lanzó unas palabras como si fueran un balón. Desde allí se veía el estadio Hubert Oval. —¿Recuerdas cuando hicimos una carrera, Rudy? —Claro. Estaba pensando en lo mismo... En que los dos nos caímos. —Dijiste que estabas rebozado de mierda. —Sólo era barro. —Ya no pudo reprimirse más—. La mierda fue con las Juventudes Hitlerianas. Estás mezclando las cosas, Saumensch. —No mezclo nada, sólo repito lo que dijiste. Lo que uno cuenta y lo que sucede de verdad no suele coincidir, Rudy, sobre todo contigo. 341