LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 339
Markus Zusak
La ladrona de libros
familia Steiner al completo. Todos le estrecharon la mano. Barbara lo abrazó y
lo besó en las mejillas.
—Vuelve con vida.
—Claro, Barbara —y se lo había dicho convencido—, por supuesto que
volveré con vida. —Incluso se permitió unas risas—. Sólo es una guerra, nada
más. Ya he sobrevivido a una.
La mujer nervuda salió de la puerta de al lado y se quedó en la acera
cuando enfilaban Himmelstrasse.
—Adiós, frau Holtzapfel. Disculpe por lo de anoche.
—Adiós, Hans, Saukerl borracho. —Aunque también le tendió una nota de
amistad—. Vuelva pronto.
—Por supuesto, frau Holtzapfel. Gracias.
Incluso le siguió el juego.
—Ya sabe lo que puede hacer con sus gracias.
En la esquina, frau Diller observaba la comitiva, parapetada detrás del
escaparate de la tienda. Liesel le dio la mano a su padre. No la soltó en todo el
camino, desde Münchenstrasse hasta la Bahnhof. El tren ya estaba allí.
Se despidieron en el andén.
Rosa lo abrazó primero.
Sin palabras.
Enterró la cabeza en su pecho y luego se apartó.
Después la niña.
—¿Papá?
Nada.
No te vayas, papá, no te vayas. Que vengan a buscarte, pero no te vayas,
por favor, no te vayas.
—¿Papá?
ESTACIÓN DE TREN,
TRES DE LA TARDE
No había horas ni minutos que los separaran de la despedida:
sólo un abrazo. Para decir algo, lo que sea, le habla por encima
del hombro de Liesel. «¿Podrías cuidarme el acordeón,
Liesel? He decidido no llevármelo.» Por fin encuentra algo
que realmente desea decir. «Y si hay más bombardeos, sigue
leyéndoles en el refugio.» La joven siente sus pechos
incipientes. Le duelen cuando topa con las costillas de su
padre. «Sí, papá.» Se queda mirando fijamente la tela del traje,
que tiene a un milímetro de sus ojos. Le habla. «¿Nos tocarás
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