LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 325
Markus Zusak
La ladrona de libros
El dominó y la oscuridad
Como dijo la hermana pequeña de Rudy, había dos monstruos sentados en
la cocina. Sus voces martilleaban la puerta con tesón mientras tres pequeños
Steiner jugaban al otro lado al dominó. Los otros tres escuchaban la radio en el
cuarto, ajenos a todo. Rudy esperaba que eso no tuviera nada que ver con lo
que había sucedido en el colegio la semana anterior. Había decidido no
contárselo a Liesel; tampoco había hablado de ello en casa.
UNA TARDE GRIS, UN PEQUEÑO
DESPACHO ESCOLAR
Tres chicos esperaban en fila. Sus expedientes y sus cuerpos
estaban siendo examinados a conciencia.
Al final de la cuarta partida de dominó, Rudy empezó a poner las fichas de
pie una detrás de otra hasta trazar una forma serpenteante por el suelo del
comedor. Fue dejando pequeños espacios entre ellas, por si acaso el travieso
dedo de uno de sus hermanos interfería en su trabajo, lo que solía ocurrir.
—¿Puedo tirarlas, Rudy?
—No.
—¿Y yo?
—No, lo haremos todos.
Construyó tres formaciones por separado que conducían a la misma torre
de dominó del medio. Juntos verían caer lo que había planeado con tanto
cuidado y sonreirían ante la belleza de la destrucción.
Las voces de la cocina elevaron el volumen, discutían, unas se montaban
encima de otras para hacerse oír. Las frases se peleaban entre ellas por atraer la
atención hasta que alguien, en silencio hasta ese momento, intervino.
—No —dijo. Lo repitió—: No.
La misma voz volvió a silenciarlos cuando se retomó la discusión, pero esta
vez no se hizo esperar tanto.
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