LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 317

Markus Zusak La ladrona de libros Hans Hubermann se apoyó contra la pared de una casa, con los brazos estirados y pronto empezó a ser abrumadoramente consciente de lo que acababa de ocurrir. Una imagen pasó por su mente, instantánea y sofocante. El número treinta y tres de Himmelstrasse, su sótano. Pensamientos angustiantes quedaron atrapados entre los intentos desesperados por respirar. Ahora vendrán. Vendrán. Por Dios, por Dios bendito. Miró a la niña y cerró los ojos. —¿Te duele algo, papá? Recibió preguntas por respuesta. —¿En qué estaba pensando? —Cerró los ojos con más fuerza y volvió a abrirlos. Tenía el mono arrugado. Había sangre y pintura en sus manos. Y migas de pan. Qué diferentes al pan del verano—. Dios mío, Liesel, ¿qué he hecho? Sí. No me queda más remedio que darle la razón. 317