LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 310
Markus Zusak
La ladrona de libros
Estuvieron conformes.
Todas menos la niña.
—Bien, de acuerdo, trato hecho.
—¿Mamá?
—A callar, Saumensch, ve a buscar el libro. —Rosa se volvió hacia frau
Holtzapfel—. ¿Qué días le vienen bien?
—Lunes y viernes, a las cuatro. Y hoy, ahora mismo.
Liesel siguió los pasos castrenses hasta la puerta de al lado, la casa de frau
Holtzapfel, que era igual a la de los Hubermann pero con la distribución al
revés. Tal vez fuera un poco más grande.
La joven se sentó a la mesa de la cocina y frau Holtzapfel hizo otro tanto
delante de ella, pero de cara a la ventana.
—Lee —pidió.
—¿El segundo capítulo?
—No, el octavo. ¡Claro que el segundo! Empieza a leer antes de que te eche
a patadas.
—Sí, frau Holtzapfel.
—Déjate de «sí, frau Holtzapfel» y abre el libro. No tenemos todo el día.
«Por Dios —pensó Liesel—. Este es mi castigo por robar. Al final me han
echado el guante.»
Estuvo leyendo cuarenta y cinco minutos y una bolsa de café apareció en la
mesa al final del capítulo.
—Gracias —dijo la mujer—, es una buena historia. —Se volvió hacia los
fogones y se puso a pelar unas patatas—. Sigues ahí, ¿verdad? —preguntó, sin
volverse.
Liesel dedujo que le había dado pie para marcharse.
—Danke schön, frau Holtzapfel.
Junto a la puerta vio las fotos enmarcadas de dos jóvenes militares de
uniforme y también lanzó un «Heil Hitler!» hacia la cocina, con el brazo
levantado.
—Sí. —Frau Holtzapfel estaba orgullosa y preocupada. Dos hijos en
Rusia—. Heil Hitler! —Puso el agua a hervir e incluso tuvo el detalle de
acompañar unos pasos a Liesel hasta la entrada—. Bis morgen?
El día siguiente era viernes.
—Sí, frau Holtzapfel. Hasta mañana.
Liesel calculó que todavía hubo cuatro sesiones más con frau Holtzapfel
antes de que hicieran desfilar a los judíos por Molching.
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