LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 307
Markus Zusak
La ladrona de libros
Sólo rumores arrastrando fardos.
En casa, Hans se lo contó todo a Max.
—Hay niebla y cenizas... Creo que nos han dejado salir demasiado pronto.
—Miró a Rosa—. ¿Crees que debería ir a ver si necesitan ayuda donde han
caído las bombas?
Rosa no se dejó impresionar.
—No seas imbécil, te asfixiarás con tanto polvo —contestó—. No, no,
Saukerl, tú te quedas aquí. —Algo le pasó por la cabeza y miró a Hans muy
seria. En realidad, tenía el orgullo escrito en su rostro—. Quédate aquí y
explícale lo de la niña. —Alzó la voz, apenas ligeramente—. Lo del libro.
Max le prestó una atención especial.
—El hombre que silbaba —le informó Rosa—. Capítulo uno.
Le explicó con pelos y señales lo que había ocurrido en el refugio.
Liesel estaba en un rincón del sótano. Max la miraba fijamente y se pasaba
la mano por la mandíbula. Personalmente, creo que ese fue el momento en que
se le ocurrió el tema para su siguiente cuaderno de dibujos.
El árbol de las palabras.
Imaginó a la niña leyendo en el refugio, compartiendo las palabras,
literalmente. Sin embargo, como siempre, también debió de ver la sombra de
Hitler. Puede que ya oyera sus pasos acercándose a Himmelstrasse y al sótano.
Al cabo de una larga pausa, parecía que estaba a punto de hablar cuando
Liesel se le adelantó.
—¿Has visto el cielo esta noche?
—No. —Max señaló la pared. Miraron las palabras y el dibujo que había
pintado hacía más de un año: la cuerda y el sol chorreante—. Hoy sólo este.
Esa noche ya no hubo más palabras, sólo pensamientos.
No puedo hablar por Max, Hans o Rosa, pero sé que Liesel Meminger
estaba pensando que si las bombas caían alguna vez en Himmelstrasse, Max no
sólo tendría menos oportunidades de sobrevivir que los demás, sino que
también moriría completamente solo.
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