LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 288
Markus Zusak
La ladrona de libros
La trilogía
Mientras Liesel trabajaba, Rudy corría.
Se entrenaba en el estadio Hubert Oval, daba vueltas a la manzana y hacía
carreras con casi todo el mundo, desde la otra punta de Himmelstrasse hasta la
tienda de frau Diller, concediendo varias cabezas de ventaja.
Alguna que otra vez, cuando Liesel estaba ayudando a su madre en la
cocina, Rosa miraba por la ventana y comentaba:
—¿Qué se trae entre manos ese pequeño Saukerl con todas esas carreras
arriba y abajo?
Liesel se acercaba a la ventana.
—Al menos no ha vuelto a pintarse de negro.
—Bueno, algo es algo, ¿no?
LAS RAZONES DE RUDY
A mediados de agosto se celebraba un festival de las
Juventudes Hitlerianas y Rudy tenía intención de ganar cuatro
carreras: los mil quinientos, los cuatrocientos, los doscientos
metros y, por descontado, los cien. Le caían bien los nuevos
cabecillas de las Juventudes Hitlerianas y quería
complacerlos,
además de darle una pequeña lección a su viejo amigo Franz
Deutscher.
—Cuatro medallas de oro —le confesó a Liesel una tarde, mientras corría
con él en el Hubert Oval—. Como Jesse Owens en mil novecientos treinta y seis.
—No seguirás obsesionado con él, ¿verdad?
Los pies de Rudy seguían el ritmo de su respiración.
—La verdad es que no, pero no estaría mal, ¿eh? Así aprenderían esos
cabrones, los que decían que estaba loco. A ver quién es entonces el imbécil.
—¿De verdad puedes ganar las cuatro carreras?
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