LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 275
Markus Zusak
La ladrona de libros
desapareciendo y el pequeño corro de hombres empezaba a dispersarse. El
pánico se adueñó de ella, siguiendo su método angustioso. Garganta y boca. El
aire se volvió arena. Piensa, se dijo. Vamos, Liesel, piensa, piensa.
Rudy marcó un gol.
Unas voces lo felicitaron en la lejanía.
Piensa, Liesel...
Lo tenía.
Eso es, decidió, pero tengo que ponerme manos a la obra.
Mientras los nazis iban avanzando por la calle, pintando las letras LSR en
algunas puertas, el balón voló en dirección a uno de los chicos mayores, Klaus
Behrig.
lsr
Luft Schutz Raum:
Refugio antiaéreo
El chico se volvía con el balón cuando Liesel se abalanzó sobre él. La
colisión fue tan tremenda que el juego se detuvo de inmediato. El balón
continuó su trayectoria como si no hubiera ocurrido nada, mientras los demás
jugadores se acercaron corriendo. Liesel se sujetaba la rodilla raspada con una
mano y la cabeza con la otra. Klaus Behrig sólo se tocaba una pantorrilla,
haciendo muecas de dolor y soltando maldiciones.
—¿Dónde está? —ladraba—. ¡Voy a matarla!
No hubo ningún asesinato.
Fue peor.
Un amable miembro del partido había visto el incidente y se acercó
corriendo al grupo.
—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó.
—Que está chiflada. —Klaus señaló a Liesel, lo que movió al hombre a
ayudarla a ponerse en pie.
El aliento a tabaco formó una nube delante de ella.
—Creo que no estás en condiciones de seguir jugando, muchacha —dijo—.
¿Dónde vives?
—Estoy bien, de verdad —contestó—. Ya puedo yo sola.
¡Déjame en paz, déjame en paz!
Rudy intervino en ese momento, el eterno interventor.
—Ya la ayudo yo a ir a casa —se ofreció.
¿Por qué no podía meterse en sus asuntos por una vez en la vida? —Seguid
jugando, de verdad —insistió Liesel—. Rudy, ya puedo yo sola.
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