LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 260
Markus Zusak
La ladrona de libros
entonces el hombre bajó del coche y nos gritó. Y que luego nos preguntó una
dirección. Qué cara...
¡Despierta!, deseaba chillarle.
O zarandearlo.
No lo hizo.
Liesel se limitó a mirar el balón y su piel descamada y maltratada. Fue el
primer regalo de muchos.
REGALOS DEL 2 AL 5
Un lazo, una piña.
Un botón, una piedra.
La pelota de fútbol le había dado una idea.
Ahora, cada vez que Liesel iba o volvía del colegio, buscaba objetos
abandonados que pudieran ser valiosos para un moribundo. Al principio se
preguntaba por qué importaba tanto. ¿Cómo podía algo tan insignificante
reconfortar a alguien? Un lazo en la cuneta, una piña en la calzada, un botón
apoyado con naturalidad contra la pared de clase, un guijarro plano del río.
¿Qué es todo esto?, preguntaría Max. ¿Qué son estos trastos?
¿Trastos? En su fantasía, Liesel estaba sentada en el borde de la cama. No
son trastos, Max, es lo que te ha hecho despertar.
REGALOS DEL 6 AL 9
Una pluma, dos periódicos.
Un envoltorio de caramelo. Una nube.
La pluma era preciosa y había quedado atrapada en las bisagras de la
puerta de la iglesia de Münchenstrasse. Asomaba torciendo el gesto, y Liesel
salió corriendo en su rescate. Tenía las barbas de la izquierda repeinadas a un
lado, pero las de la derecha estaban hechas de delicadas aristas y racimos de
triángulos irregulares. No había otro modo de describirla.
Los periódicos procedían de las frías profundidades de un cubo de basura
(con eso está todo dicho), y el envoltorio de caramelo estaba aplanado y
desteñido. Lo encontró cerca del colegio y lo puso a contraluz. Contenía un
collage de pisadas.
Luego la nube.
¿Cómo le regalas a alguien un pedazo de cielo?
A finales de febrero, se detuvo en medio de Münchenstrasse y se quedó
mirando una enorme nube que asomaba tras las colinas como un monstruo
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