LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 204

Markus Zusak La ladrona de libros Cuando volvió al sótano, se lo contó. —Hoy el cielo está azul, Max, y hay una enorme nube alargada, desenrollada como una cuerda. Al final de la nube, el sol parece un agujero amarillo... Max supo al instante que sólo un niño podría darle un informe meteorológico como ese. Pintó en la pared una larga cuerda de fibras muy apretadas con un chorreante sol amarillo en un extremo, en el que daba la impresión de que uno podía zambullirse. Dibujó dos figuras sobre la nube anudada, una niña y un judío mustio, que caminaban balanceando los brazos hacia el sol chorreante. Escribió lo siguiente debajo del dibujo:  LAS PALABRAS QUE ESCRIBIÓ  EN LA PARED MAX VANDENBURG Era lunes y paseaban por una cuerda floja hacia el sol. El boxeador: finales de mayo Max Vandenburg contaba con cemento fresco y tiempo de sobra para compartir con este. Los minutos eran crueles. Las horas mortificantes. Durante los momentos de desvelo, sobre él pendía inexorablemente la mano del tiempo, la cual no dudaba en estrujarlo. Le sonreía, lo retorcía y lo dejaba vivir. Qué gran maldad puede encubrir la prolongación de una vida. Al menos una vez al día, Hans Hubermann bajaba los escalones del sótano y charlaba un rato con él. Rosa le llevaba de vez en cuando un mendrugo de pan que sobraba. Sin embargo, hasta que bajaba Liesel, Max no volvía a interesarse por la vida. Al principio intentó resistirse, pero día tras día, cada vez que la niña aparecía con un nuevo informe meteorológico anunciando un cielo azul puro, unas nubes de cartón o un sol que se había abierto camino como si Dios se hubiera desplomado en su asiento después de hartarse a comer, le resultaba más difícil. A solas, lo asaltaba la sensación de haber desaparecido. Todas sus ropas eran grises —lo fueran en un principio o no—, desde los pantalones hasta el jersey de lana o la chaqueta que ahora le resbalaba como si fuera agua. Solía comprobar si se estaban descamando porque tenía la sensación de que se disolvía. Necesitaba nuevos proyectos. El primero fue el ejercicio. Empezó con las flexiones, se tumbó boca abajo sobre el frío suelo de cemento del sótano y se dio