LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 181
Markus Zusak
La ladrona de libros
Las páginas del sótano
Mantuvieron a Liesel alejada del sótano a toda costa durante una semana.
Sus padres se encargaron de bajarle la comida a Max.
—No, Saumensch —contestaba la madre cada vez que Liesel se prestaba
voluntaria. Siempre había una excusa—. ¿Por qué no haces algo útil aquí arriba
por una vez? Puedes acabar de planchar. ¿Crees que ir de reparto por la ciudad
es tan importante? ¡Ponte a planchar y verás!
Cuando se tiene una reputación como la de Rosa, una se puede permitir
toda clase de triquiñuelas poco limpias. Funcionó.
Durante esa semana, Max había arrancado varias páginas de Mein Kampf y
las había blanqueado con una capa de pintura. A continuación las había tendido
en unas cuerdas de un extremo a otro del sótano, sujetándolas con pinzas. Una
vez que estuvieron bien secas, empezó la parte difícil. Contaba con los
rudimentos suficientes para apañárselas, pero desde luego no era escritor ni
artista. A pesar de ello, enhebró las palabras en su mente hasta que consiguió
repetirlas sin equivocarse. Sólo entonces empezó a trasladar la historia al papel,
que se había abombado por la tensión del proceso de secado de la pintura. Se
ayudó de un pequeño pincel negro.
El vigilante.
Calculó que necesitaría trece páginas, así que blanqueó cuarenta, previendo
cometer el doble de meteduras de pata que de aciertos. Dibujó varias versiones
en las páginas del Molching Express a modo de prueba para mejorar las
rudimentarias y torpes ilustraciones y conseguir algo aceptable. Mientras
trabajaba, oía los susurros de una niña. «Es como si tuviera el pelo de plumas.»
Cuando terminó, utilizó un cuchillo para agujerear las hojas y las unió con
un cordel. El resultado fue un librito de trece páginas que decía así:
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