LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 159

Markus Zusak La ladrona de libros La guerra se extendió. Max siguió oculto al mundo en otra habitación vacía. Hasta lo inevitable. A Walter le notificaron que iban a enviarlo a Polonia para reafirmar la autoridad alemana, tanto sobre los polacos como sobre los judíos. Todos eran iguales. Había llegado el momento. Max viajó a Munich y a Molching, y ahora estaba sentado en la cocina de un extraño, solicitándole una ayuda que anhelaba y sufriendo por la condena que creía merecer. Hans Hubermann le estrechó la mano y se presentó. Le preparó un café en la oscuridad. La niña se había ido hacía un buen rato, pero unos nuevos pasos se habían acercado a recibirlo. Las cartas ya estaban boca arriba. La oscuridad los aislaba por completo. Se miraron fijamente. Sólo habló la mujer. 159