LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 152
Markus Zusak
La ladrona de libros
Breve historia del púgil judío
Max Vandenburg había nacido en 1916.
Creció en Stuttgart.
Lo que más le gustaba de pequeño era una buena pelea a puñetazos.
Disputó su primer combate con once años, y estaba tan seco como el palo
de una escoba.
Wenzel Gruber.
Su contrincante.
El pequeño Gruber era un insolente y tenía el pelo tan rizado que parecía
alambre. El parque donde jugaban les exigió una pelea y ninguno de los dos se
opuso.
Pelearon como campeones.
Durante un minuto.
Justo cuando se estaba poniendo interesante, los niños se vieron arrastrados
por el cuello. Un padre atento.
A Max le caía un hilillo de sangre por la boca.
La probó y le supo bien.
La gente de su barrio no sabía pelearse y, si alguna vez lo hacía, no
utilizaba los puños. En esa época se decía que los judíos preferían quedarse
quietos y recibir, que preferían aguantar los insultos y luego volver a abrirse
camino hacia lo alto. Es obvio que no todos los judíos son iguales.
Casi había cumplido dos años cuando su padre murió; las balas lo
despedazaron en una verde colina.
Al cumplir los nueve, su madre estaba sumida en la miseria. Vendió el
estudio de música, que hacía las veces de hogar, y se trasladaron a casa del tío
de Max. Allí creció junto con seis primos que lo apaleaban, lo fastidiaban y lo
querían. Las peleas con el mayor, Isaac, fueron un buen entrenamiento para sus
peleas a puñetazos. Recibía una paliza casi a diario.
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