La Falsificación de la Realidad La Falsificación de la Realidad | Page 194

La Falsificación de la Realidad social es nacionalmente distinto, porque distintas son las culturas que los impulsan. La lucha política culturalmente diferenciada es lo que resume y sintetiza, es lo que expresa con mayor contundencia todas las reivindicaciones económicas de los humillados contra la globalidad (sistema unipolar). Las reacciones de la población rusa empobrecida hasta el paroxismo por esa exigencia económica del globalismo que es el liberalismo salvaje, pasan inexorablemente por la reivindicación de un espacio estratégico propio eliminado por el sistema unipolar. Las reinvindicaciones de los humillados del mundo árabe-musulmán pasan por una lucha sin cuartel contra el Estado judío, es decir, pivotan sobre la construcción y/o reconstrucción de módulos nacionales también propios. Los módulos nacionales a construir o a re-construir forman parte de una cultura, de un espacio cultural, pero no se reducen a él. Como lo demuestra la cotidianeidad del mundo árabe musulmán, una cultura -el Islam- de hecho abarca diversos módulos nacionales, como lo demuestra la reconstrucción del Líbano, hecha en base a una guerra nacional contra un agresor "extraño", el israelí. No es una guerra que puedan hacer -en representación de los libaneses- otros árabes u otros musulmanes. La recuperación del marco nacional es un hecho personalizado y personalizador en la escala internacional (58). Existe una cultura genérica de la clase de los incluidos o amos del mundo (Herrenvölker ) -que mantienen entre sí un sistema de solidaridades horizontales. Esa cultura está siendo elaborada por los intelectuales orgánicos de esa clase global, representados por los restos de las izquierdas centrales y urbanas. Desde ese viejo pensamiento iluminista pretenden imponer a los excluidos una convicción principal: toda revolución -es decir, toda diferenciación- es imposible en tiempos de globalidad. Sin embargo, nunca como hoy la revolución -esto es, la diferenciación o identidad- es tan necesaria y urgente. Pero no estamos hablando desde el punto de vista ciego y descerebrado de una izquierda reconvertida al neo-liberalismo cuyos fragmentos aún pretenden opinar sobre las cuestiones del mundo. Los estallidos revolucionarios que hoy sacuden e impactan en y sobre todos los puntos del planeta no tienen su referencia ni en el racionalismo filosófico ni en las eclosiones norteamericana y francesa del siglo XVIII. La continuidad del iluminismo francés estuvo representada por el posterior fracaso del marxismo a escala planetaria. Pero el fracaso del marxismo y la debacle de la "izquierda" -racionalista y, ahora, "humanista" (59)- no significa el fracaso de la revolución misma. Lo que ha quedado eliminado del horizonte es la revolución como pura desestructuración social. Lo que hoy se plantea como necesidad urgente es la revolución como reestructuración social. Una revolución mucho más ligada a la dignidad de los humillados que a la indignidad de los humilladores. Una 194