vida de algunas personas enfermas o
intensamente disminuidas.
Al echar por tierra algo tan humano como
la lucha por la supervivencia, la voluntad
de superar las limitaciones, la posibilidad
incluso de recuperar la salud.
Todo ser humano posee una dignidad intrínseca e inviolable, que no es
susceptible de gradaciones, y que es universal e independiente de la
situación de edad, salud o autonomía que se posea.
Esa dignidad es inherente a toda vida humana, le confiere el derecho
irrenunciable a la vida y es un deber inexcusable del Estado protegerla,
incluso cuando la persona, su titular, pueda no valorarla.
“Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una
dulce muerte.” – Leonardo Da Vinci