La Euforia, Dionysos y el Crucificado Revista Innombrable - Aquí y Ahora | Page 8

Yo solo busco el perdón de Dios

y vengo a usted en busca de consuelo.

Padre…¿Qué castigo merece esta oveja descarriada?

castígueme usted tan puro y casto

en su trono sagrado de inquisidor.

Castigue usted a esta sierva desviada,

¡Oh! Usted que no tiene pecados en su sombra,

júzgueme y señáleme en nombre de Cristo.

Cualquier castigo será bien recibido.

Usted tan libre de pecado, lánceme la primera piedra.

A través de usted tan fiel seguidor de su doctrina…

ruego el perdón compasivo de Dios.

La Mano pecadora

Encaminar una mano sudorosa

encaminar mis dedos

bajo mi vientre

y descubrir con ellos cada pliegue

cada centímetro de espeso paraíso,

de carne hirviendo,

el deseo incontenible creando un sudor lento,

explorando agitada ese recinto

entre las pálidas piernas

la respiración resumiendo en un gemido

que atraviesa los labios culpable y clandestino.

Hacer ese sonido mudo de alguien

que entre las sábanas y sus dedos

se está gozando el cielo

y se lo traga entero en retenidos suspiros,

en gemidos detenidos.

Y esta misma mano pecadora

que mi entrepierna explora

dejando actuar dentro y fuera mi demasía lujuria

humedeciendo la entrada al abismo,

es con la que mi demencia escribo.

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