Yo solo busco el perdón de Dios
y vengo a usted en busca de consuelo.
Padre…¿Qué castigo merece esta oveja descarriada?
castígueme usted tan puro y casto
en su trono sagrado de inquisidor.
Castigue usted a esta sierva desviada,
¡Oh! Usted que no tiene pecados en su sombra,
júzgueme y señáleme en nombre de Cristo.
Cualquier castigo será bien recibido.
Usted tan libre de pecado, lánceme la primera piedra.
A través de usted tan fiel seguidor de su doctrina…
ruego el perdón compasivo de Dios.
La Mano pecadora
Encaminar una mano sudorosa
encaminar mis dedos
bajo mi vientre
y descubrir con ellos cada pliegue
cada centímetro de espeso paraíso,
de carne hirviendo,
el deseo incontenible creando un sudor lento,
explorando agitada ese recinto
entre las pálidas piernas
la respiración resumiendo en un gemido
que atraviesa los labios culpable y clandestino.
Hacer ese sonido mudo de alguien
que entre las sábanas y sus dedos
se está gozando el cielo
y se lo traga entero en retenidos suspiros,
en gemidos detenidos.
Y esta misma mano pecadora
que mi entrepierna explora
dejando actuar dentro y fuera mi demasía lujuria
humedeciendo la entrada al abismo,
es con la que mi demencia escribo.
REVISTA INNOMBRABLE - AQUÍ Y AHORA
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