La Euforia, Dionysos y el Crucificado Revista Innombrable - Aquí y Ahora | Page 7

ANA MARÍA BUSTAMANTE

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Lujuria

Padre, he venido a confesarme.

He venido buscando el perdón compasivo de Dios.

Anoche estuve pecando.

He violado la última inocencia que quedaba en mí

profané el altar de mi Dios con mis perversiones

se me antojó pecar y calmé mi instinto.

Una y otra vez, una y otra vez toda la noche.

Padre, he venido para que me perdone en nombre de Dios.

Anoche ignoré el crucifijo en la pared

y ante los ojos de aquel Cristo

enrojecí mis carnes sudorosas.

Olvidé el castigo eterno y créeme que me arrepiento.

A él lo dejé pecar en mí una y otra vez,

hasta que la noche daba a luz al alba.

Lo dejé pecar en mí, mientras desafiaba

la mirada impotente del Cristo sobre mi cama.

Tengo miedo de las llamas del infierno

y vengo a usted en busca del perdón de mi padre.

Anoche la lujuria me mostraba el cielo sin morir

y él desgarraba mis carnes en la oscuridad intacta.

No corría en mí la abstinencia culpable

fuimos uno en la máxima expresión humana.

Tal vez el fruto de mi traición a Dios vague

en mi vientre maldito.

Yo no lo quiero, no quiero a ese hijo de la perdición.

Me arrepiento de ese grito de libertad

que de mis labios brotaba.

A él lo dejé pecar en el templo santo.

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