Cuando Esther sacó la muñeca de la
caja vi que sus ojos, provistos de
negras y gruesas pestañas que
parecían
humanas,
se
abrían
o
cerraban según se la inclinara hacia
atrás o hacia adelante y que aquella
idiotez se producía al mismo tiempo
que un tenue vagido que parecía salir
de su vientre invisible.