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Estos escritos y canciones fueron destruidos, tal como fueron ex- terminados aquellos que, en tiempos ahora remotos, los custodiaron. Aquel cuadro donde santo Domingo quema libros heréticos dice bastante. Cuelga en El Prado de Madrid... La leyenda del Grial llegada de "la Provenza a tierra alemana" y "cantada en lengua alemana" por el trovador Wolfram von Eschenbach, en la Franconia, ha sido una de estas canciones nacionales. Mientras Wolfram ponía por escrito su Parzival, quemaban en la Provenza a los peregríni (peregrinos de la cruzada contra los albigenses) innumerabiles cum ingenti gaudio (innumerables, con ingente alegría). Esta horrible frase se encuentra en la Hystoría Albigensys (Historia de los albigenses) del monje Vaux-cernay. Pero también se puede tomar buena nota de un hecho satisfactorio: que "casi todos los barones del país protegían y albergaban a los herejes, que eran sinceramente queri- dos y fueron defendidos contra Dios y la Iglesia". Wolfram von Eschenbach fue un valiente. Si no lo hubiese sido, no hubiera admitido que la "verdadera saga" era un bien espiritual provenzaL El santo Bernardo de Clairvaux dijo en cierta ocasión que no ha habido prédicas más cristianas que las de los cátaros, sus costumbres eran puras y sus acciones concordaban con sus dichos. Sea mencio- nado, pese a todo, que quiso quemar herejes en las piras. Habrá que comprobar si los cátaros pronunciaron o no "prédicas cris- tianas" y si realmente, como aseguraba el dominico francés Guiraud en d año 1907, los ritos heréticos se correspondían con la liturgia del cristianismo primitivo, pero para tratar este punto no me siento competente. Es un hecho que el Cristo de los cátaros es muy diferente del que conocemos por la Biblia. En los registros de la Inquisición se dice: “Dicum Christum phantasma fuisse non hominen". Los herejes albigenses han aseverado, por consiguiente, que Cristo sería una vi-