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de profundidad que rodean la ciudadela.
Actualmente hay una sola manera de ascender hasta el monte
tabor de los cátaros, pero se supone que en el pasado hubo una red
de galerías y pasajes cavados en la montaña que permitían distintas
maneras de llegar hasta la cumbre y el castillo, por ocultas
entradas secretas. También se cree que una larga escalera de tres
mil peldaños permitía encontrar una puerta escondida sobre la
ladera del Hars.
E1 castillo es un nido de águilas con muros de dos metros de
espesor, las murallas no tienen torres de franqueo para su defensa y
sólo el muro oriental posee una almena, que corta en un precipicio
a pique. Es una construcción singular y extraña, llevada a cabo
entre 1205 y 1211, aproximadamente. Tiene un asentamiento
estratégico de muy difícil acceso y muchas de sus características son
comunes a otros castillos occitanos, por ejemplo Quéribus y Puivert.
Mucho se ha dicho sobre el Tabor. Se supone que, en la Antigüe-
dad, en él fue erigido un templo solar, y se sabe que desde siempre se
lo consideró un lugar sagrado, mucho antes de la aparición del
catarismo y del mismo cristianismo. La orientación del castillo seña-
la posiciones solares; el eje de la simetría del castillo está orientado
de norte a sur. También se debe señalar su forma de pentágono, así
como la ausencia de líneas curvas en toda la construcción.
Su puerta principal, exageradamente grande, es la invitación a
un cofre lleno de secretos celosamente guardados. Notable es que,
tras la caída de la fortificación en 1224, la Inquisición pregunta de
manera incesante a los pocos cátaros que sobreviven, interrogados
bajo tortura, por el tesoro que guardaba el castillo.
Trágica es la historia de Montségur, y peor el final de la resisten-
cia cátara que con tanto ahínco sobrellevaron quinientas personas,
aproximadamente, durante diez meses de asedio. Una oscura noche
de 1244, en la que veinte mil soldados -que integraban la cruzada
contra la herejía- esperaban la irremediable rendición, llega el final