autoproclamado " rey de los escitas " y que también dominó sobre la mayor parte de la Germania. Fue " el más noble de los Amalas ", afirmó en el siglo VI de nuestra era el historiógrafo Jordains, que nos ha legado un im- portante compendio de los doce libros de la historia perdida de Casiodoro, canciller y hombre de confianza de Teodorico. Jordains también dio a conocer que los godos " antiguamente habían emigrado de la isla de Escandía ", que había himnos conmemorativos referidos al origen del nombre del pueblo gótico y que los recuerdos de las expediciones godas sobreviven en " viejas canciones de tipo casi histórico ". Los himnos y canciones se han perdido.
Teodorico vio la luz del mundo en las proximidades de Viena, dos años después de la muerte del rey de los hunos, Atila. Éste, que entró en la saga de los héroes como rey Etzel, fue enterrado por nobles ostrogodos. Alrededor del cadáver en su fastuoso ataúd al aire libre cabalgaban los nobles del servicio feudal sobre sus corceles y cantaban alabanzas al muerto.
Finalmente, Teodorico dominó el territorio itálico entre los Alpes y la puerta sur de Calabria-y también sobre la pacifica Sicilia abandonada por los vándalos-. Embajadores llegados de las más alejadas comarcas de Germania se encontraron en Rávena para rendirle homenaje. Un día también vino el rey de los eureles, una tribu norgermánica, y pretendió ganarse la amistad de Teodorico. Lo ensalzó " de acuerdo con el rito gótico de estado de adopción a rango de hijo ".
Hasta las ramas de los árboles fueron traídas por mensajeros desde el litoral del mar Báltico para que ellos depositaran ámbar a los pies del gran rey. El godo real mantuvo con los escandinavos, especialmente, un trato amistoso. En su corte se quedó a vivir de manera permanente-como deduje de una edición inglesa- " un príncipe sueco que había gobernado sobre una de las trece tribus más populosas que entonces habitaban una parte de la península escandinava. Este país septentrional, al que a veces se ha dado