LA CORTE DE LUCIFER - OTTO RAHN La Corte de Lucifer - Otto Rhan | Page 114
contados muy a menudo entre la escoria humana.
Como corte de Lucifer, comprendo a aquellos que tuvieron
sangre nórdica y le fueron fieles, que eligieron a una Montaña
de la Asamblea en el más lejano Septentrión, como objetivo
final de su búsqueda de Dios, y no a los montes del Sinaí o
Sión del Cercano Oriente. Como corte de Lucifer, comprendo
a aquellos que no necesitaron de un mediador para lograr
llegar a su dios o para entablar con él un diálogo, sino que,
por el contrario, buscaron a su dios con sus propias fuerzas y -
es mi creencia- fueron escuchados por él. Como corte de
Lucifer, comprendo a aquellos que no creyeron por medio de
los más burdos recursos -como las penitencias medievales o
los derviches árabes o algunos otros que creían caer en éxtasis
para ver la divinidad-, sino que miraron la vida con sus
confusiones, contradicciones y cargas como un deber impuesto
por la divinidad, para que con paciencia pudieran aclarar sus
confusiones y hacer compatibles sus contradicciones. Como
corte de Lucifer, comprendo a aquellos que no imploraron de
rodillas al cielo, sino que con valentía reclamaron su admisión
en él porque hicieron todo lo humanamente posible para ser
dignos de un endiosamiento.
Mi compañero de ruta opinó que sólo en escala limitada
podría aprobar mi parecer, pero tuvo que aceptar que, Cuándo
hablé en cierta ocasión de los trovadores, el trovador Peire
Cardinal, haciendo caso omiso del portero del cielo, Pedro,
había exigido con violencia a Dios su admisión en el Paraíso.
Ya en el camino de regreso de la sierra Maledetta -cuyo glaciar
más helado, como rival del infierno más ardiente del Dante,
ha cobijado al trovador Bertrán von Born congelado por la
pena y quizá se ha convertido por eso en maledeite-, me recitó en
lengua provenzal una poesía herética de Peire Cardinal: