LA CORTE DE LUCIFER - OTTO RAHN La Corte de Lucifer - Otto Rhan | Page 111
de Pau, por las montañas de la zona de la sierra Maledetta. Mi
amigo también es Rimayre, rimador. Así es como los gascones
llaman a sus poetas. Mientras ascendíamos a las alturas me
contó que sus paisanos, en tanto que lugareños aborígenes, se
consideran descendientes directos de Heracles y de Pyrene, y
que en la Gascuña aún se cantan canciones en las que Apolo y
Venus y las Gracias y Ninfas campean a su gusto por los
bosques y manantiales patrios; estos campesinos consideran a
las propias montañas de los griegos, al Olimpo, a las Osas y al
Pelión como menos orgullosas y menos sagradas que sus
montañas, los Pirineos.
Después de un largo recorrido por altos montes y de un
cansador ascenso, llegamos a miserables cabañas de piedras
bien montadas, las que, para tener un adecuado sostén, se
reclinan sobre las faldas de los montes. Estaban pegadas
como nidos de golondrinas a la escarpada pendiente.
Nuestras provisiones se estaban acabando, por lo que
decidimos ir a comprar pan y queso, ya que todavía teníamos
por delante un largo camino. Al ir aproximándonos, vimos
desaparecer hombres en las pobres chozas. Aunque gol-
peamos las puertas con toda fuerza, nadie abría. Llamamos a
viva voz; nadie respondía. Silencio mortal. Sólo un gato
empezó a maullar. Las puertas permanecieron cerradas.
Tuvimos que seguir caminando con las manos vacías.
Mi acompañante estaba convencido de que nosotros habíamos
estado en un poblado de cagots. Hay algunos de ellos por aquí
arriba, alejados de los hombres. Él es de la opinión -como la
mayoría- de que adoptaban como designación original la de
Canis gotus, can gótico, y los cagots deben de haber sido
considerados como descendientes de los visigodos. Eran, sin
excepción, gente de estatura alta, de rasgos muy expresivos, ojos
azules y pelo rubio liso.