LA CORTE DE LUCIFER - OTTO RAHN La Corte de Lucifer - Otto Rhan | Page 108
L OURDES
Estoy impresionado por este santuario. Es el mayor de Fran-
cia. Al ir escribiendo estas líneas, dejo deshacer un bombón
sobre la lengua que, como dice un anuncio de escaparate
charlatanesco, se produce con Eau bénit de Lourdes, con
agua bendita de Lourdes. Tenía sabor-a-nada. El aire, por el
contrario, está donde también a mí me gustaría estar, preñado
de olores, se recuesta sobre el pecho y no quiere ceder. Aquí
exhalan pesadamente los más variados perfumes, allá hienden
también vahos de fenol y cloroformo apropiados para
hospitales. Sólo raras veces, según percibí, dominó el aire
puro del bosque y de las altas montañas que circundan
deliciosamente Lourdes.
No quiero contar cómo Lourdes, desde febrero de 1858, poco a
poco llegó a ser una de las minas de oro mas productivas de la
Iglesia romana. En esa fecha, la joven de diecisiete años
Bernadette Soubirous vio a la Virgen María y de ella recibió la
orden de construir allí una iglesia de peregrinación. Quien desee
saber acerca de ello, puede consultar la novela Lourdes, de
Emile Zola, que hasta este momento nadie ha podido refutar.
Aquel que quiera mirar con sus propios ojos el encanto
maravilloso, que viaje allá, para la temporada de las grandes
peregrinaciones. Pero puede resultarle peligroso tener que ver la
estación de ferrocarril de Quai d'Orsay, en París, y la estación de
Montabiau, en Toulouse, congestionadas de camillas donde se
hallan tendidos enfermos graves, y tener que viajar acompañado
en el mismo compartimiento por personas enfermas con
manifestaciones visibles e internas. Quedará conmovido por toda
esa humanidad. Rezos murmurados se aúnan con el ruido del
rodar del tren y puede ser que durante el viaje algún pasajero lo
emprenda hacia el más allá.
Desde unas estribaciones pirenaicas irradia al peregrino una pro-