LA CORTE DE LUCIFER - OTTO RAHN La Corte de Lucifer - Otto Rhan | страница 102
hermanos, criados y al resto de su servicio doméstico. Allí montó
sobre su mula y partió hacia la sierra de Montserrat.
En el camino encontró a un morisco, un árabe bautizado, y
entablaron un diálogo sobre la Virgen María. El moro se
declaró partidario de la creencia de la virginal concepción de la
Madre de Dios, pero impugnaba que esta virginidad de María
también permaneciera después del nacimiento de Cristo. Ignacio
sintió este punto de vista como una injuria a su nueva "dama del
corazón", y de acuerdo con la manera caballeresca increpó al
morisco con palabras airadas. Éste presintió una desgracia y
cabalgó precipitadamente para escapar de allí, mientras Ignacio
meditaba si no sería su deber ir tras el blasfemo y darle muerte.
No fueron ni su conciencia ni sus sentimientos más íntimos los
que dieron fin a sus dudas. Siguiendo una vieja superstición
latifundista, confió la decisión más a una "señal" exterior, en este
caso a la voluntad de su mula. La liberó de las riendas, y sólo al
hecho de que el animal rehusó ir a la retaguardia del morisco
tuvo que agradecer este pagano bautizado el salvar su vida. Así
comenzó Ignacio su servicio como "paladín del reino celestial"
con una acción totalmente consagrada por el uso en el espíritu de
la caballería profana, y de modo semejante se llevó a cabo
también su espiritual "ordenación como caballero". Para tal efecto,
había elegido Montserrat, el lugar del legendario Castillo del
Grial Después de cambiar su vestimenta con un pordiosero.
Cumplió "guardia nocturna" ante la imagen de la Madre de Dios
en Montserrat, exactamente tal como se describe la ceremonia
de este tipo en el libro Amadís de Gaula (esa famosa novela de
caballería española). A la mañana siguiente, bajó de la sierra
caminando solemnemente, vestido con el nuevo ropaje de
caballero combatiente de Dios, una miserable túnica de
pordiosero, un calabacín y un bordón, para marchar como
soldado a la conquista del reino celestial. Orientó sus pasos hacia
la localidad de Manresa y se detuvo allí en una húmeda cueva a
los pies de una roca, como sitio de estancia donde se sometió,