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La Ciencia de Hacerse Rico
El éxito en la vida
consiste en llegar a
ser lo que uno
quiere ser.
Hay tres motivos para
los cuales vivimos;
vivimos para el cuerpo,
vivimos para la mente,
vivimos para el alma.
Ninguno es mejor o más
santo que el otro; todos
son igualmente gratos,
y ninguno de los tres –
el cuerpo, la mente, o el
alma– puede vivir
plenamente si cual‐
quiera de los otros es
menospreciado.
el desarrollo de la vida; y cada ser humano debería tener todo
lo que pueda contribuir al poder, a la elegancia, belleza y
riqueza de la vida; conformarse con menos es pecaminoso.
Quien posea todo lo que quiere para vivir durante toda la
vida que sea capaz de vivir, es rico; y nadie que no tenga
mucho dinero puede lograr tener todo lo que quiere. La vida
ha avanzado tanto, y se ha vuelto tan compleja, que hasta el
más sencillo de los humanos requiere una gran cantidad de
riqueza para vivir de una manera que siquiera se aproxime a
la plenitud. Toda persona naturalmente quiere llegar a ser
todo aquello que es capaz de lograr; este deseo de realizar
todas las posibilidades innatas propias es inherente a la
naturaleza humana; no podemos evitar querer ser todo lo que
podemos ser. El éxito en la vida consiste en llegar a ser lo que
uno quiere ser; usted puede convertirse en lo que quiere ser
sólo haciendo uso de las cosas, y puede tener acceso a las
cosas sólo en la medida en que usted se haga lo bastante rico
como para comprarlas. Entender la ciencia de hacerse rico es,
por lo tanto, lo más esencial de todo el conocimiento.
No hay nada malo en desear hacerse rico. El deseo de
riqueza es, en realidad, el deseo de una vida más rica, más
plena y abundante; y ese deseo es digno de elogio. El ser
humano que no desee vivir con mayor abundancia no es
normal; y, por lo tanto, quien no desee tener suficiente dinero
para comprar todo lo que quiere, es anormal.
Hay tres motivos para los cuales vivimos; vivimos para el
cuerpo, vivimos para la mente, vivimos para el alma. Ninguno
es mejor o más santo que el otro; todos son igualmente gratos,
y ninguno de los tres –el cuerpo, la mente, o el alma– puede
vivir plenamente si cual‐quiera de los otros es menospreciado.
No es justo ni noble vivir sólo para el alma y negar a la mente
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