LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 91

después me puse a pensar, a pensar, y vi que no es tan fácil, que es hasta imposible, satisfacer al mismo tiempo dos obligaciones, es decir, retirar la loza y hacer las figuras, sí, bien sé que todavía no ha dicho que las encargará pero, suponiendo que lo haga, se me ocurrió, por mero espíritu previsor, proponerle una alternativa que sería dejar libre la primera semana para poder avanzar en la fabricación de las figuras, retirar la mitad de la loza en la segunda semana, volver a las figurillas en la tercera y rematar el transporte de la loza en la cuarta, ya lo sé, ya lo sé, no necesita decírmelo, no ignoro que hay otra opción, esa que sería comenzar por la loza en la primera semana, y después ir alternando, siguiendo la secuencia, ora figuras, ora loza, ora figuras, pero creo que en este caso particular se deberían tener en consideración los factores psicológicos, todo el mundo sabe que el estado de espíritu del creador no es el mismo que el del destructor, de aquel que destruye, si yo pudiese comenzar por las figurillas, es decir, por la creación, y más en la excelente disposición de ánimo en que me encuentro, aceptaría con otro coraje la dura tarea de tener que destruir los frutos de mi propio trabajo, que es no tener a quien venderlos lo mismo que destruirlos, y, peor todavía, no encontrar a quien los quiera, incluso regalados. Este discurso, que a las tres de la madrugada le parecía a su autor que contenía una lógica irresistible, se tornó absurdo con el primer rayo de la mañana, y definitivamente ridículo bajo la denunciadora luz del sol. En fin, que lo que tenga que ser, será, dijo el alfarero al perro Encontrado, el diablo no acecha siempre tras la puerta. A causa de la manifiesta diferencia de conceptos y de la distinta naturaleza de los vocabularios de uno y otro, no podía Encontrado aspirar siquiera a una mera comprensión preliminar de lo que el dueño pretendía comunicarle, y en cierto modo menos mal que así era, porque, condición indispensable para pasar al siguiente grado de entendimiento, tendría que ser preguntarle qué era eso del diablo, figura, entidad o personaje, como se supone, ausente del mundo espiritual canino desde el principio de los tiempos, y ya se está viendo que, haciéndose una pregunta de éstas nada más comenzar, la discusión no tendría fin. Con la aparición de Marta y de Marcial, insólitamente risueños, como si esta vez la noche los hubiera premiado con algo más que el acostumbrado desahogo de los deseos acumulados durante los diez días de separación, Cipriano Algor despidió los últimos restos de mal humor, y, acto seguido, por mérito de recorridos mentales fácilmente delineables para quien conociese la premisa y la conclusión, se encontró pensando en Isaura Estudiosa, en ella en persona, pero también en el nombre que usa, que no se entiende por qué tendremos que seguir llamándola Estudiosa, si ese 91