LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 73
pienso, pero qué le vamos a hacer, a algo tendremos que acogernos
en las horas malas, Buenas tardes, señor Algor, Buenas tardes, señor.
El alfarero posó la mano en el tirador de la puerta, iba a salir pero el
jefe del departamento todavía tenía algo que decirle, Concrete con el
subjefe, ese que le mandó entrar, el plan de retirada de su cacharrería,
acuérdese de que sólo dispone de dos semanas para sacar todo de allí,
hasta el último plato, Sí señor. Esta expresión, plan de retirada, no
queda bien en boca de un civil, suena más a operación militar que a
una rutinaria devolución de mercancías, y, si la aplicamos al pie de la
letra y a las posiciones relativas de la unidad Centro y de la unidad
alfarería, tanto puede referirse a un providencial repliegue táctico para
reunir fuerzas dispersas y después, en el momento propicio, es decir,
aprobada la fabricación de las figuras, retomar el ataque, como, por el
contrario, significar el fin de todo, la derrota en toda línea, la
desbandada, el sálvese quien pueda. Cipriano Algor oía al subjefe
diciéndole sin pausa y sin mirarle a la cara Todos los días a las cuatro
de la tarde va a tener que ocuparse solo o trayendo ayuda, el personal
de aquí no puede dedicarse incluso pagándole aparte, y se preguntaba
si valdría la pena seguir aquí pasando esta vergüenza, siendo tratado
como un lelo, un don nadie, y para colmo tener que reconocer que la
razón está del lado de ellos, que para el Centro no tienen importancia
unos toscos platos de barro vidriado o unos ridículos muñecos imitando
enfermeras, esquimales y asirios con barba, ninguna importancia,
nada, cero, Esto es lo que somos para ellos, cero. Se sentó finalmente
en la furgoneta, miró el reloj, todavía tendría que esperar casi una
hora para ir a recoger al yerno, le vino a la cabeza la idea de entrar al
Centro, hace mucho tiempo que no usa las puertas del público, ya sea
para mirar, ya sea para comprar, las compras siempre las hace Marcial
debido a los descuentos a que tiene derecho como empleado, y entrar
sólo para mirar no está, con perdón de la redundancia, bien visto,
alguien que ande paseando ahí dentro con las manos colgando puede
estar seguro de que no tardará en ser objeto de atención especial por
parte de los guardas, podría darse incluso la cómica situación de que
fuera su propio yerno quien lo interpelara, Padre, qué está haciendo
aquí, si no compra nada, y él respondería, Voy al sector de las vajillas
para ver si todavía tienen expuesta alguna pieza de la alfarería Algor,
saber cuánto cuesta aquella jarra decorada con pedacitos de cuarzo
incrustados, decir Sí señor, es un bonito jarrón, ya son pocas las
artesanías capaces de ejecutar un trabajo de éstos, con tanta
perfección en el acabado, tal vez el encargado del sector, estimulado
por el informe del avalado especialista, recomendaría al departamento
de compras la adquisición urgente de una centena de jarrones, de esos
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