LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 136

llamar a alguien para que se encargara del trabajo de casa, de manera que me dejara libre a mí para la alfarería, No tenemos dinero para pagar una asistenta, o una empleada doméstica, o mujer por horas, o comoquiera que se llame, cortó bruscamente Cipriano Algor, Una persona que esté necesitando una ocupación y que no le importe ganar poco durante un tiempo, insistió Marta. Impaciente, el padre se sacudió la manta de los hombros como si estuviera sofocándose, Si lo que estás pensando es lo que me imagino, creo que es mejor que la conversación acabe aquí, Falta saber si usted se lo imaginó porque yo lo pensé, dijo Marta, o si ya lo había pensado antes de que yo me lo imaginara, No juegues con las palabras, por favor, tú tienes esa habilidad, pero yo no, no la heredaste de mí, Alguna cosa tendrá que ser de nuestra propia cosecha, en todo caso, eso a lo que llama jugar con las palabras es simplemente un modo de hacerlas más visibles, Pues ésas puedes volver a taparlas, no me interesan. Marta repuso la manta en su lugar, embozó los hombros del padre, Ya están tapadas, dijo, si un día alguien las pone otra vez a la vista, le garantizo que no seré yo. Cipriano Algor se deshizo de la manta, No tengo frío, dijo, y fue a echar más leña a la hoguera. Marta se sintió conmovida al reparar en la meticulosidad con que él colocaba los troncos nuevos sobre las teas que ardían, aplicado y escrupuloso como quien se ha obligado, para expulsar incómodos pensamientos, a concentrar todo su poder de atención en un pormenor sin importancia. No debería haber vuelto al asunto, se dijo a sí misma, mucho menos ahora, cuando ya ha dicho que se vendrá con nosotros al Centro, además, suponiendo que ellos se entiendan hasta el punto de querer vivir juntos, cargaríamos con un problema de difícil o incluso de imposible solución, una cosa es irse al Centro con la hija y el yerno, otra que llevara a la propia mujer, en vez de una familia serían dos, estoy convencida de que no nos aceptarían, Marcial ya me ha dicho que los apartamentos son pequeños, luego tendrían que quedarse aquí, y de qué vivirían, dos personas que apenas se conocen, cuánto tiempo iba a durar el entendimiento, más que jugar con las palabras, lo que hago es jugar con los sentimientos de los otros, con los sentimientos de mi propio padre, qué derecho tengo yo, qué derecho tienes tú, Marta, prueba a ponerte en su lugar, no puedes, claro, pues si no puedes cállate, se dice que cada persona es una isla, y no es cierto, cada persona es un silencio, eso, un silenció, cada una con su silencio, cada una con el silencio que es. Cipriano Algor regresó al banco de piedra, él mismo se colocó la manta sobre los hombros a pesar de traer todavía en la ropa el calor de la hoguera, Marta se le acercó, Padre, padre, dijo, Qué quieres, Nada, no me haga caso. Pasaba de la una cuando la cueva se 136