LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 126

hondo, en seguida nos daríamos cuenta de que lo que delata la muestra de exasperación del subjefe es la frustración de ver cómo se le iba de las manos el gozo sobre todos perverso de los que disfrutan con las derrotas ajenas hasta cuando no sacan ningún provecho de ellas. Con el pretexto de que pasarían horas haciendo el trabajo y de que estaban dificultando las descargas de otros abastecedores, el pésimo hombre todavía intentó impedir la carga del camión, pero Cipriano Algor lo puso, como elocuentemente se suele decir, entre la espada y la pared, preguntándole quién se responsabilizaría del gasto del alquiler del vehículo en caso de no acabar, exigió el libro de reclamaciones, y, como golpe final y desesperado, aseguró que de allí no saldría sin hablar con el jefe del departamento. Es de manuales elementales de psicología aplicada, capítulo comportamientos, que las personas de mal carácter son con mucha frecuencia cobardes, por eso no deberá sorprendernos que el temor a ser desautorizado en público por el jefe superior jerárquico haya hecho mudar de un instante a otro la actitud del subjefe. Dejó salir por la boca una insolencia para mitigar el desaire y se retiró al fondo del almacén, de donde sólo volvió a aparecer cuando el camión, finalmente cargado, abandonó el subterráneo. Ni propia ni figuradamente cantaron Cipriano Algor y Marcial Gacho victoria, estaban demasiado cansados para gastar el poco fuelle que les quedaba en gorjeos y congratulaciones, el mayor dijo solamente, Nos va a amargar la vida cuando traigamos la otra mercancía, va a examinar las figuras con lupa y a rechazarlas por docenas, y el más joven respondió que tal vez sí, pero que no era seguro, que el jefe del departamento es quien lleva el asunto, de ésta nos hemos librado, padre, la otra ya veremos, la vida tiene que ser así, cuando uno se desanima, el otro se agarra las propias tripas y de ellas hace corazón. Habían dejado la furgoneta estacionada en la esquina de una calle próxima, allí estará hasta que vuelvan de descargar la última loza en la hondonada que está cerca del río, después llevarán el camión al garaje y, exhaustos, más muertos que vivos, uno por haber perdido en los lisos pasillos del Centro la saludable costumbre del esfuerzo físico, el otro por las sobradamente conocidas desventajas de la edad, llegarán por fin a casa, cuando la tarde ya esté cayendo. Bajará a recibirlos al camino el perro Encontrado, también él dando los saltos y los latidos de su condición, y Marta estará esperando en la puerta. Ella preguntará, Ya está, quedó todo resuelto, y ellos responderán que sí, que todo quedó resuelto, y luego los tres han de pensar, o han de sentir, si hay desigualdad y contradicción entre el sentir y el pensar, que esta parte que ha acabado es la misma que está impaciente por comenzar, que los primeros, segundos y terceros 126