LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 113

que hablara también estaría incluida esta muerte, o si era cierto que el tiempo hizo, en este particular caso, su trabajo de curador emérito, o, todavía, si la pena invocada no era tanto de muerte, sino de vida, sino de vidas, la tuya, la mía, la nuestra, de quién. Cipriano Algor modelaba la enfermera, Marta estaba ocupada con el payaso, pero ni uno ni otro se sentían satisfechos con las tentativas, éstas después de otras, tal vez porque copiar sea, a fin de cuentas, más difícil que crear libremente, por lo menos podría decirlo así Cipriano Algor que con tanta vehemencia y soltura de gesto había concebido las dos figuras de hombre y mujer que están ahí, envueltas en paños mojados para que no se les reseque y agriete el espíritu que las mantiene en pie, estáticas y con todo vivas. A Marta y a Cipriano Algor no se les acabará tan pronto este esfuerzo, parte del barro con que modelan ahora una figura proviene de otras que tuvieron que despreciar y amasar, así ocurre con todas las cosas de este mundo, las propias palabras, que no son cosas, que sólo las designan lo mejor que pueden, y designándolas las modelan, incluso las que sirvieron de manera ejemplar, suponiendo que tal pudiera suceder en alguna ocasión, son millones de veces usadas y otras tantas desechadas, y después nosotros, humildes, con el rabo entre las piernas, como el perro Encontrado cuando la vergüenza lo encoge, tenemos que ir a buscarlas nuevamente, barro pisado que también ellas son, amasado y masticado, deglutido y restituido, el eterno retorno existe, sí señor, pero no es ése, es éste. El payaso modelado por Marta tal vez se aproveche, el bufón también se aproxima bastante a la realidad de los bufones, pero la enfermera, que parecía tan simple, tan estricta, tan reglada, se resiste a dejar aparecer el volumen de los senos bajo el barro, como si también ella estuviese envuelta en un paño mojado del que sostuviera con firmeza las puntas. Cuando la primera semana de creación esté a punto de terminar, cuando Cipriano Algor pase a la primera semana de destrucción, acarreando la loza del almacén del Centro y dejándola por ahí como basura sin uso, los dedos de los dos alfareros, al mismo tiempo libres y disciplinados, comenzarán finalmente a inventar y a trazar el camino recto que los conducirá al volumen adecuado, a la línea justa, al plano armonioso. Los momentos no llegan nunca tarde ni pronto, llegan a su hora, no a la nuestra, no tenemos que agradecerles las coincidencias, cuando ocurran, entre lo que ellos proponían y lo que nosotros necesitábamos. Durante la mitad del día en que el padre ande en el absurdo trabajo de descargar por inútil lo que cargó por rehusado, Marta estará sola en la alfarería con su media docena de muñecos prácticamente terminados, ocupada ahora en avivar algún ángulo degradado y en redondear alguna curva que un 113