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La casa de los espíritus
Isabel Allende
En el transcurso de los diez años siguientes, Esteban Trueba se convirtió en el
patrón más respetado de la región, construyó casas de ladrillo para sus trabajadores,
consiguió un maestro para la escuela y subió el nivel de vida de todo el mundo en sus
tierras. Las Tres Marías era un buen negocio que no requería ayuda del filón de oro,
sino, por el contrario, sirvió de garantía para prorrogar la concesión de la mina. El mal
carácter de Trueba se convirtió en una leyenda y se acentuó hasta llegar a incomodarlo
a él mismo. No aceptaba que nadie le replicara y no toleraba ninguna contradicción,
consideraba que el menor desacuerdo era una provocación. También se acrecentó su
concupiscencia. No pasaba ninguna muchacha de la pubertad a la edad adulta sin que
la hiciera probar el bosque, la orilla del río o la cama de fierro forjado. Cuando no
quedaron mujeres disponibles en Las Tres Marías, se dedicó a perseguir a las de otras
haciendas, violándolas en un abrir y cerrar de ojos, en cualquier lugar del campo,
generalmente al atardecer. No se preocupaba de hacerlo a escondidas, porque no le
temía a nadie. En algunas ocasiones llegaron hasta Las Tres Marías un hermano, un
padre, un marido o un patrón a pedirle cuentas, pero ante su violencia descontrolada,
estas visitas de justicia o de venganza fueron cada vez menos frecuentes. La fama de
su brutalidad se extendió por toda la zona y causaba envidiosa admiración entre los
machos de su clase. Los campesinos escondían a las muchachas y apretaban los puños
inútilmente, pues no podían hacerle frente. Esteban Trueba era más fuerte y tenía
impunidad. Dos veces aparecieron cadáveres de campesinos de otras haciendas
acribillados a tiros de escopeta y a nadie le cupo duda que había que buscar al culpable
en Las Tres Marías, pero los gendarmes rurales se limitaron a anotar el hecho en su
libro de actas, con la trabajosa caligrafía de los semianalfabetos, agregando que
habían sido sorprendidos robando. La cosa no pasó de allí. Trueba siguió labrando su
prestigio de rajadiablos, sembrando la región de bastardos, cosechando el odio y
almacenando culpas que no le hacían mella, porque se le había curtido el alma y
acallado la conciencia con el pretexto del progreso. En vano Pedro Segundo García y el
viejo cura del hospital de las monjas trataron de sugerirle que no eran las casitas de
ladrillo ni los litros de leche los que hacían a un buen patrón, o a un buen cristiano,
sino dar a la gente un sueldo decente en vez de papelitos rosados, un horario de
trabajo que no les moliera los riñones y un poco de respeto y dignidad. Trueba no
quería oír hablar de esas cosas que, según él, olían a comunismo.
-Son ideas degeneradas -mascullaba-. Ideas bolcheviques para soliviantarme a los
inquilinos. No se dan cuenta que esta pobre gente no tiene cultura ni educación, no
pueden asumir responsabilidades, son niños. ¿Cómo van a saber lo que les conviene?
Sin mí estarían perdidos, la prueba es que cuando doy vuelta la cara, se va todo al
diablo y empiezan a hacer burradas. Son muy ignorantes. Mi gente está muy bien,
¿qué más quieren? No les falta nada. Si se quejan, es de puro mal agradecidos. Tienen
casas de ladrillo, me preocupo de sonar los mocos y quitar los parásitos a sus
chiquillos, de llevarles vacunas y enseñarles a leer. ¿Hay otro fundo por aquí que tenga
su propia escuela? ¡No! Siempre que puedo, les llevo al cura para que les diga unas
misas, así es que no sé por qué viene el cura a hablarme de justicia. No tiene que
meterse en lo que no sabe y no es de su incumbencia. ¡Quisiera verlo a cargo de esta
propiedad! A ver si iba a andar con remilgos. Con estos pobres diablos hay que tener
mano dura, es el único lenguaje que entienden. Si uno se ablanda, no lo respetan. No
niego que muchas veces he sido muy severo, pero siempre he sido justo. He tenido
que enseñarles de todo, hasta a comer, porque si fuera por ellos, se alimentaban de
puro pan. Si me descuido les dan la leche y los huevos a los chanchos. ¡No saben
limpiarse el traste y quieren derecho a voto! Si no saben donde están parados, ¿cómo
van a saber de política? Son capaces de votar por los comunistas, como los mineros
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