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La casa de los espíritus
Isabel Allende
Jaime lo llamaba papá, supusieron que Amanda y Miguel eran huérfanos. Amando
andaba siempre con su hermano, lo llevaba a su trabajo, lo acostumbró a comer de
todo, a cualquier hora, y a dormir tirado en los lugares más incómodos. Lo rodeaba de
una ternura apasionada y violenta, lo rascaba como a un perrito, lo gritaba cuando se
enojaba y después corría a abrazarlo. No dejaba que nadie corrigiera o diera una orden
a su hermano, no aceptaba comentarios sobre la extraña vida que le hacía llevar y lo
defendía como una leona, aunque nadie tuviera intención de atacarlo. A la única
persona que permitió opinar sobre la educación de Miguel fue a Clara, quien la pudo
convencer de que había que enviarlo a la escuela, para que no fuera un ermitaño
analfabeto. Clara no era especialmente partidaria de la educación regular, pero pensó
que en el caso de Miguel era necesario darle algunas horas diarias de disciplina y
convivencia con otros niños de su edad. Ella misma se encargó de matricularla,
comprarle los útiles y el uniforme y acompañó a Amanda a dejarlo el primer día de
clases. En la puerta del plantel, Amanda y Miguel se abrazaron llorando, sin que la
maestra consiguiera separar al niño de las polleras de su hermana, a las cuales se
aferraba con dientes y uñas, chillando y lanzando patadas desesperadas al que se
acercaba. Finalmente, ayudada por Clara, la maestra pudo arrastrar al niño al interior
y se cerró la puerta del colegio a sus espaldas. Amanda se quedó toda la mañana
sentada en la acera. Clara la acompañó porque se sentía culpable de tanto dolor ajeno
y empezaba a dudar de la sabiduría de su iniciativa. A mediodía sonó la campana y se
abrió el portón. Vieron salir un rebaño de escolares y entre ellos, en orden, callado y
sin lágrimas, con una raya de lápiz en la nariz y los calcetines comidos por los zapatos,
iba el pequeño Miguel, que en esas pocas horas había aprendido a andar por la vida sin
ir de la mano de su hermana. Amanda lo estrechó contra su pecho frenéticamente y en
una inspiración del momento le dijo: «daría la vida por ti, Miguelito». No sabía que
algún día tendría que hacerlo.
Entretanto, Esteban Trueba se sentía cada día más solo y furioso. Se resignó a la
idea de que su mujer no volvería a dirigirle la palabra y, cansado de perseguirla por los
rincones, suplicarle con la mirada y taladrar agujeros en las paredes del baño, decidió
dedicarse a la política. Tal como Clara había pronosticado, ganaron las elecciones los
mismos de siempre, pero por tan escaso margen, que todo el país se alertó. Trueba
consideró que era el momento de salir en defensa de los intereses de la patria y los del
Partido Conservador, puesto que nadie mejor que él podía encarnar al político honesto
e incontaminado, como él mismo lo decía, y agregaba que se había levantado con su
propio esfuerzo, dando trabajo y buenas condiciones de vida a sus empleados, dueño
del único fundo con casitas de ladrillo. Era respetuoso de la ley, la patria y la tradición
y nadie podía reprocharle ningún delito mayor que la evasión de impuestos. Contrató
un administrador para reemplazar a Pedro Segundo García y lo puso en Las Tres
Marías a cargo de sus gallinas ponedoras y sus vacas importadas y se instaló
definitivamente en la capital. Pasó varios meses dedicado a su campaña, con el
respaldo del Partido Conservador, que necesitaba gente para presentar a las próximas
elecciones parlamentarias, y de su propia fortuna, que la puso al servicio de su causa.
La casa se llenó de propaganda política y de sus partidarios, que prácticamente la
tomaron por asalto, mezclándose con los fantasmas de los corredores, los rosacruces y
las tres hermanas Mora. Poco a poco la corte de Clara fue desplazada hacia los cuartos
traseros de la casa. Se estableció una frontera invisible entre el sector que ocupaba
Esteban Trueba y el de su mujer. Bajo la inspiración de Clara y de acuerdo a las
necesidades del momento, fueron brotándole a la noble arquitectura señorial,
cuartuchos, escaleras, torrecillas, azoteas. Cada vez que había que alojar a un nuevo
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