-¿Yo no lo hago? -preguntó Mack, aunque en realidad ésa no era una pregunta. Era
una declaración de hecho, y él lo sabía. Al parecer, los demás también lo sabían, y la
mesa permaneció en silencio.
Sarayu dijo:
-Mackenzie, no se puede producir confianza, así como no se puede "hacer" humildad.
Es o no es. La confianza es fruto de una relación en la que sabes que eres amado. Pe-
ro como no sabes que te amo, no puedes confiar en mí.
De nuevo hubo silencio, y al fin Mack volteó hacia Papá y le dijo:
-No sé cómo cambiar eso.
-No puedes, no solo. Pero juntos nos ocuparemos de que el cambio tenga lugar. Por
ahora, sólo quiero que estés conmigo y descubras que nuestra relación no te exige na-
da ni tienes que complacerme. No soy un ser abusivo, una pequeña deidad egocéntrica
y caprichosa que insiste en que se haga su voluntad. Soy bueno, y sólo deseo lo mejor
para ti. Tú no puedes descubrir eso a través de la culpa, la condena o la coerción, sino
sólo a través de una relación de amor. Y yo te amo.
Sarayu se paró de la mesa y miró directamente a Mack.
-Mackenzie -propuso-, si te interesa, me gustaría que vinieras a ayudarme en el jardín.
Debo hacer algunas cosas ahí antes de la celebración de mañana. Podremos continuar
allá los elementos relevantes de esta conversación, ¿te parece?
-Claro -respondió Mack, y se excusó de la mesa-. Un último comentario -añadió, vol-
viéndose-: sencillamente no puedo imaginar ningún resultado final que justifique todo
eso.
-Mackenzie -Papá se levantó de su silla y rodeó la mesa para darle un fuerte abrazo-.
No lo justificamos. Lo redimimos.
Hace mucho tiempo,
en un jardín muy, muy lejano...
Aun si encontráramos otro Edén, no seríamos aptos
para disfrutarlo perfectamente ni permanecer
en él para siempre.
-Henry Van Dyke