LA CABAÑA La Cabana - W. Paul Young | Page 66

-Si me revelara ante ti como un grandioso abuelo de barba suelta y raza blanca, como Gandalf, sencillamente reforzaría tus estereotipos religiosos, y este fin de semana no es para reforzar tus estereotipos religiosos. Mack estuvo a punto de estallar en una carcajada, y de decir: "¿De veras? ¡Y yo que apenas empezaba a creer que no soy un loco de atar!" En cambio, se concentró en lo que ella acababa de decir y recupe- ró su compostura. Creía, en su cabeza al menos, que Dios era Espíritu, ni hombre ni mujer, pero a pesar de ello le avergonzó admitir para sí que todas sus visualizaciones de Dios eran muy blancas y muy masculinas. Ella dejó de hablar, aunque sólo lo suficiente para guardar unos condimentos en un es- peciero sobre una repisa junto a la ventana antes de voltear de nuevo hacia él. Lo miró atentamente. -¿Acaso no ha sido siempre un problema para ti aceptarme como tu Padre? Y después de lo que has sufrido, ahora no podrías manejar muy bien la idea de un padre, ¿ver- dad? Él sabía que ella tenía razón, y advirtió bondad y compasión en lo que hacía. De algún modo, la forma como se había aproximado a él había rodeado su resistencia a su amor. Esto era extraño y doloroso y hasta tal vez un tanto magnífico. -Pero entonces -él hizo una pausa, aún obstinado en ser racional-, ¿por qué tanto én- fasis en que eres Padre? Esta parece ser la manera en que más te revelas. -Bueno -respondió Papá, alejándose de él y yendo y viniendo por la cocina-, hay mu- chas razones de eso, algunas muy profundas. Baste decir por ahora que supimos que una vez que la creación se fracturara, la verdadera paternidad sería mucho más escasa que la maternidad. No me malinterpretes. Ambas son necesarias, pero un énfasis en la paternidad es indispensable a causa de la enormidad de su ausencia. Mack desvió la mirad a, un poco azorado, sintiendo que eso ya lo excedía. Mientras re- flexionaba, vio por la ventana un jardín de apariencia salvaje. -Sabías que vendría, ¿verdad? -preguntó por fin, serenamente. -Claro que sí. Ella estaba ocupada otra vez, dándole la espalda. -Entonces, ¿estaba en libertad de no venir? ¿No tuve poder de decisión en este asun- to?