Mientras ella daba marcha atrás, Mack se descubrió parpadeando sin querer en su di-
rección, como si hacerlo permitiera a sus ojos ver mejor. Pero, de una manera extraña,
seguía siéndole difícil fijar la vista en ella: esa mujer parecía resplandecer de forma te-
nue en medio de la luz, y su cabello flotaba en todas direcciones pese a que no hubiera
brisa. Se diría que era más fácil verla de soslayo que directamente.
Al retirar la mirada de ella, Mack notó que una tercera persona había emergido de la
cabaña, esta vez un hombre. Parecía de Medio Oriente y vestía como obrero, con todo
y cinturón de herramientas y guantes. El nuevo se recargó tranquilamente e