-Señor Phillips, discúlpeme por no haber podido pasar mucho tiempo con usted hasta
ahora. Hemos estado ocupadísimos estableciendo comunicación con todas las agen-
cias de la ley y otras implicadas en tratar de recuperar con bien a Missy. Lamento mu-
cho que tengamos que conocernos en estas condiciones.
El le creyó.
-Mack -le dijo.
-¿Perdón?
-Mack. Por favor llámeme Mack.
-Bueno, Mack, entonces usted dígame Sam. Es de Samantha, pero de niña fui algo
marimacha y golpeaba a los chicos que se atrevían a llamarme Samantha en mi cara.
Mack no pudo evitar sonreír, relajándose un poco en la silla mientras la veía ordenar
rápidamente un par de fólders repletos de papeles.
-Mack, ¿está listo para unas preguntas? -dijo ella sin voltearlo a ver.
-Haré cuanto pueda -respondió él, agradecido por la oportunidad de colaborar.
-¡Bien! No voy a obligarlo a repasar todos los detalles. Tengo los informes de todo lo
que ya les dijo a los demás, pero hay un par de cosas importantes que debo revisar
con usted -hizo contacto visual con él.
-Lo que guste -afirmó Mack-. No quiero seguir sintiéndome un inútil.
-Entiendo cómo se siente, Mack, pero su presencia aquí es importante. Y créame: no
hay nadie aquí que no esté preocupado por su Missy. Haremos todo lo que esté en
nuestro poder para recuperarla sana y salva.
-Gracias -fue todo lo que Mack pudo decir, y miró al suelo. Sus emociones estaban tan
cerca de la superficie que hasta la menor muestra de bondad amenazaba con horadar
su reserva.
-Bueno... Tuve una conversación informal con su amigo el oficial Tommy, y él me puso
al tanto de todo lo que han hablado él y usted, así que no sienta como si estuviera obli-
gado a protegerle el trasero. Estoy en excelentes términos con él.
Mack volteó, asintió con la cabeza y volvió a sonreír.
-Bueno -continuó ella-, ¿vio usted a alguien extraño cerca de su familia en los últimos
días?